Gestos admirables del día a día

Siempre me ha llamado la atención la drástica diferencia que hay en la percepción social de un aspirante a empleado público (opositor) y el que ya lo es (funcionario).
El opositor está rodeado de un halo de valores socialmente envidiados a veces, admirados otras, como son la constancia, la capacidad de centrarse en un objetivo y renunciar a casi todo por conseguirlo, el tesón, el esfuerzo, la disciplina, etc. La lista puede llegar a ser muy larga.
Y de un día para otro, esa misma persona, con tan sólo conseguir su objetivo, pasa a una categoría que la sociedad suele juzgar como carente de todos esos valores. El funcionario es indolente, apático, poco responsable, nada involucrado en sus tareas... por no utilizar términos más coloquiales que todos conocemos.
¿Hay algo de verdad en esta transformación?
En mi experiencia en la función pública, he podido conocer funcionarios que aún conservan todo aquello que les llevó a optar por preparar y conseguir plaza en una oposición. He tenido compañeros y compañeras realmente involucrados en su tarea, ávidos de sacar adelante expedientes, conscientes de que detrás de cada cúmulo de papeles hay personas a las que se puede ayudar. Personas que no se conforman con los conocimientos que adquirieron para llegar a la meta de la oposición, sino que siguen buscando actualización constante. Personas que se autoregulan en el ejercicio de sus derechos para buscar constantemente el valor público.
Y para todos ellos, mi tributo a los gestos admirables del día a día.
Porque en una organización en la que la carrera profesional y el desempeño tienen muchas veces poco que ver, la motivación intrínseca que mantienen es digna de admiración.
Recuerdo que alguien decía que la Administración, desde que ingresas, te invita a perder la ilusión por tu trabajo. Algo hay de cierto. Pero hay muchos funcionarios y funcionarias que a pesar de todo, siguen trabajando todos los días como si fuera el primero.

Comentarios

Entradas populares de este blog